sábado, 14 de abril de 2012

inefable

navego por lo inefable sin extremidades sin márgenes

no puedo nombrar no puedo decir más que desordenadamente más que una melodía orgánica el agua cayendo desde una jarra de vidrio las nubes cercenadas una lluvia que puebla aquel dormitorio

el verano se estaba agotando se notaba en la luz pareciera que con él se agotaran todos los veranos  recorrimos las grietas cercanas a la costa con la voz titubeante como si nos hubiesen cauterizado las heridas del bajo vientre recorríamos a ciegas el acto geográfico en que la tierra se parte

hallamos vida en las siestas de los otros en la callejuelas alumbradas en las cuevas marinas todos los espacios estaban mudos rumiaban mudos lo sé porque se me secó otra vez el animal herido el animal enfermo que escribe que escribe y me devora

nos ganó lo inefable siempre gana a ella siempre tiene la carta que le permite amordazarte que le permite hacerte rogar la carta del pavor y del abismo

allí en el suelo con las grietas y la tierra que nos acunaban comprendimos la pérdida

lunes, 2 de abril de 2012

Un cajón

Nadie conoce este cajón de pétalos y lágrimas. Nadie sabe bien cuan profundo se adentran sus raíces medradas. No se conoce su dimensión de noche y carestía, tan oculto, tan disimulado con sus nieblas.

Este cajón se agrieta por los cantos y las aguas deforman sus tablones y astillas.

Se escucha el musitar de la madera. Su crepitar, su eco. El mundo es un reflejo en este cuarto trasero.

Una noche la oquedad de este cajón secreto quiso contarnos qué fue antes de ser la nada, entonces, los huracanes dilataron los huecos de los huecos. Después volvió el silencio y el ensimismamiento del encierro.

Un día, todos lo saben, el moho hará palidecer todas las lunas. Hará palidecer todas las lunas el moho de este cajón dormido.